Halloween. Es el único momento del año que se presta para usar disfraces estrafalarios, máscaras y pelucas, cuando soñamos con transformarnos en otro personaje: un súper héroe, una bruja, princesa o guerrero, aunque sea por un día.

Pero uno no se disfraza sólo en Halloween. Los beneficios de desprenderse de su apariencia cotidiana y ponerse un disfraz, aunque sea por unos minutos, una noche, o un período más largo, son de gran alcance. El juego de “hagamos de cuenta que” es importante no sólo para las imaginaciones crecientes sino que es fundamental para el desarrollo de las habilidades lingüísticas y cognitivas. Crea lazos sociales fuertes y nos enseña cómo cambiar de tema rápidamente sin perder nuestro paso.

El poder creativo del juego ha sido muy promocionado en el mundo de los negocios en los últimos años y muy justificadamente. “Hacer de cuenta que” ayuda a desarrollar y refinar habilidades que utilizamos como adultos en forma cotidiana, como la organización y la autorregulación. Jugar a disfrazarse también nos ayuda a comprender cosas que no podemos experimentar en la vida real, tales como acontecimientos de hace mucho tiempo o una galaxia lejana. Podemos explorar el “y qué tal si ...” sin reglas, limitaciones o guiones. Flexibilizar nuestra imaginación a través del juego “hagamos de cuenta que” también genera la empatía, transformándonos en alguien diferente, a medida que visitamos nuevos mundos y adquirimos perspectivas únicas.

No importa si usted juega a disfrazarse en serio o simplemente disfruta de hacerlo con sus hijos, el impacto de “hacer de cuenta que” a cualquier edad es bien sorprendente: más confianza en uno mismo, mayor conciencia sobre uno mismo, y la capacidad de poder atravesar cualquier situación. Al fin y al cabo, se trata de divertirse. Alivia el estrés, trae alegría y nos hace pensar en formas distintas, lo que puede activar la creatividad y mejorar nuestra capacidad de resolver problemas.