Ya sea en el aula o fuera de ella, las oportunidades para enseñar generalmente son eventos que no se planifican y donde el interés y la oportunidad chocan o se cruzan. También, habitualmente son momentos breves, en los que el aprendizaje se hace de lo más fácil. Las oportunidades para enseñar se popularizaron en la década de 1950 como teoría educativa. Fueron la base teórica de la necesidad de repetir lecciones importantes hasta que los alumnos estuvieran listos para aprenderlas. Más recientemente, el término se ha convertido en una palabra de moda y aparece frecuentemente en los medios, como también en otras esferas, tales como el orden público, la atención de salud y la política.

Durante las actividades cotidianas, tales como aprender a andar en bicicleta o jugar en un equipo deportivo, se puede intercambiar información o habilidades nuevas y los valores o las moralejas se pueden entender mejor. Cuando nos enfrentamos a hechos decepcionantes, al enojo o la tristeza, podemos aprender cómo navegar, enfrentar o expresar emociones en una forma saludable. En la educación, donde el tiempo áulico está bajo una presión cada vez mayor, los maestros pueden intencionalmente atrapar “oportunidades para enseñar” e incorporar nuevos conocimientos en la currícula actual.

Si bien oímos con frecuencia acerca del aprendizaje dirigido por el niño en la educación de hoy, también es cierto que nunca es tarde para aprender. Hay adultos que vuelven a estudiar y personas de la tercera edad que aprenden a alimentarse mejor y a ser físicamente más activos. La vida es una larga sucesión de aprendizajes que surgen de nuevas comprensiones y experiencias. Resulta adecuado concentrarse en el aprendizaje cuando llega la “vuelta al cole”. Pero no importa dónde estemos en la escuela de la vida; siempre encontraremos oportunidades de enseñar donde sea que vayamos.