La mayoría de nosotros hacemos cosas. Desde crear un correo electrónico hasta código de programación o campañas publicitarias, escribimos, diseñamos, generamos. Cada vez podemos tocar o degustar menos las cosas que hacemos. Dado el tiempo y energía que requiere hacer cosas, nada parece muy real y la satisfacción puede ser fugaz.

Con el deseo de tener algo tangible, tomamos el pegamento, las tijeras, la brillantina. Cualquier cosa con tal de recordar la sensación de realmente hacer algo. Un cisne de origami. Una casa para pájaros. Un cubretetera. El atractivo que tiene algo hecho a mano es fuerte, incluso para aquellos que no se consideran particularmente habilidosos.

Al hacer cosas reales, una por vez, o al apoyar a los que las hacen, estamos forjando conexiones reales e historias reales con cada puntada, cucharadita y clavo.